jueves, 19 de junio de 2014

CAMBIO DE CALZADO: ATENCIÓN A LAS AMPOLLAS

El verano ya está aquí y con él las ganas de renovar el armario, guardar abrigos y botas hasta el otoño que viene. Los escaparates lucen zapatos más ligeros y abiertos, atractivas sandalias que embellecen nuestros pies pero que con demasiada frecuencia no velan por su comodidad ni por su salud. Si a ello se le suma la moda del tacón alto y la puntera estrecha, la "eterna cenicienta de nuestro cuerpo" lo tiene muy difícil para lucir saludable este verano.
El pie es una complicada estructura de huesos, músculos, ligamentos y tendones que soporta no sólo nuestro cuerpo sino también nuestro ajetreado ritmo de vida; una maravillosa obra de ingeniería, sofisticada y delicada, que merece cuidados exquisitos.
Y que mejor forma de mimarlo que escoger para él el zapato adecuado, que se ajuste a su forma, que no sea demasiado pequeño u holgado y que le permita ir a la moda sin perder comodidad. Además, el zapato ideal reúne al menos estos requisitos: materiales naturales, suaves, flexibles y confortables que permitan la transpiración.



Sea cual sea el calzado que envuelva sus pies esta temporada, la realidad es que, al menos los primeros días de calor, los mejores son los de la temporada anterior, ya preparados y "rodados". Con los nuevos, sobretodo si están fabricados con materiales poco flexibles y sintéticos, más vale prevenir que curar. Pregunte a su farmacéutico por apósitos con los que proteger la zonas más vulnerables.
Recuerde, además, que durante todo el año, cuidar los pies es básico. Lávelos a diario con agua fría o templada y con un jabón neutro; séquelos bien, especialmente entre los dedos, hidrátelos convenientemente y córtese las uñas después del baño de forma recta.

AMPOLLAS Y HERIDAS

Uno de los "sinsabores" típicos del cambio de temporada son las temidas ampollas, causadas principalmente por el uso de zapatos de material sintético, que no se adaptan bien al pie y que dificultan la transpiración.
De hecho, la escena de un pie sudado que resbala en el zapato demasiado rígido en un día caluroso suele ser habitual cuando se habla de ampollas. En este sentido, mantener los pies secos y usar un calzado que facilite la transpiración son la clave para evitar padecerlas.
Los zapatos muy puntiagudos, apretados o tacones excesivamente altos también pueden causar estragos, al igual que las arrugas en los calcetines y los zapatos de talla equivocada.
Quince minutos estrenando zapatos bastan para acabar padeciendo una ampolla. Aunque el mejor remedio es prevenir a veces o es posible. Lo primero que hay que hacer cuando aparece una ampolla o una simple rozadura es lavar minuciosamente la zona con agua y jabón, para evitar que se infecte, secarla bien, aplicar un antiséptico y cubrirla con un apósito. Cuando la ampolla ya tiene líquido en su interior lo mejor es no pincharla; pero si está en la planta del pie y hay que seguir caminando no queda otro remedio. Pínchela con una aguja esterilizada, pero sin retirar la piel muerta ya que sirve de protección. Si la herida está infectada, desinféctela, y cuando la herida está completamente seca, aplique un apósito y deje que el proceso natural de cicatrización de la piel siga su curso.


Cuidado además con las chanclas, tan de moda en los últimos años. Concebidas para la playa y la piscina no están preparadas para "ir al trabajo" o "para salir de paseo" por el asfalto de la gran ciudad. De caucho o de goma, el pie suda más de la cuenta con ellas y dada su escasa sujeción no es raro acabar el día con un esguince o una torcedura. Además sin nada que le proteja, el pie queda a merced de posibles cortes y magulladuras y las heridas están servidas. Por ello, y por cualquier otra causa que pueda provocar una herida  en el pie, no está de más saber cómo actuar ante una herida leve:

  • Lávese las manos y use guantes, para no tocarla herida directamente.
  •  Limpie la herida con agua y jabón.
  • Utilice gasas, nunca algodón. Éste puede dejar restos y retrasar la cicatrización.
  • La limpieza ha de hacerse siempre desde el centro hacia el exterior, para evita la entrada de gérmenes.
  • Recorte posibles colgajos de piel con pinzas y tijeras sin punta para dejar la herida lo más limpia posible.
  • Desinfecte la herida con antiséptico y cúbrela si fuera necesario

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